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"Vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida"
Michel Houellebecq




viernes, 29 de marzo de 2019

Las muselinas de Jane



Para María, Melisa y Paula


Querida Jane: No, no es que le esté copiando el título del libro a tu amiga Espido Freire; en realidad es que me estoy poniendo estupenda al considerarme yo tu amiga, espero que me aceptes. Uy, discúlpame, estoy usando expresiones propias del siglo XXI y sus redes sociales. Vuelvo a empezar: Querida Jane, me haría feliz que fuésemos amigas, pero tú también tendrás algo qué decir al respecto; mientras piensas en ello te voy contando cosas.
Hace muchos años que te conozco, tantos que no recuerdo con quién hablé primero, si con Lizzy Bennet o con Elinor Dashwood. Me gustaron mucho, ellas, sus familias, sus amigos. Así que, en cuanto tuve ocasión, fui haciéndome la encontradiza con el resto de tus heroínas y buscándote a ti a través de ellas; la última, Fanny Price. Ellas me obligaron a intentar entender el mundo en el que tú y ellas vivíais, mundo que me sorprendía, sobre todo, por la vida de las señoritas de buena familia (por desgracia, la vida de las mujeres de familias pobres no fue nunca ninguna sorpresa para nadie: era y es miserable) La forma de heredar los bienes familiares, y la dependencia económica que tenían de sus padres, hermanos varones, parientes ricos o pudientes, y la consideración que tenían dentro de la propia familia; y cómo todo esto las llevaba a la necesidad de encontrar un buen marido. Si el buen marido no aparecía, era necesario que alguien les pasara una renta que les permitiera vivir con el decoro que correspondía a su clase. Y, finalmente, la opción menos glamurosa: esposa de un clérigo rural o institutriz. Y si a alguna, como a ti, se le ocurría ponerse a escribir, le tocaba hacerlo a escondidas, ocultando el escaso y caro papel entre las facturas y las cuentas de la casa, y fingir sumas y encargos al carnicero si alguien se acercaba.


También me chocaba la rareza de hacerse invitar por familiares que pudieran ofrecer relaciones sociales adecuadas para encontrar el mirlo blanco, quiero decir, el buen marido. O que permitieran aliviar las dificultades económicas para criar a todos los hijos. O que alguno, de salud quebradiza, pudiera tener una vida mejor, más sana, pasando a vivir con un pariente lejano y olvidándose de sus padres y hermanos.
Había otras cosas en ese mundo vuestro que también me sorprendían aunque parezcan más frívolas. La preocupación por las muselinas, por ejemplo. Hubo momentos en los que me apetecía coger por los hombros a la heroína sufriente y sacudirla enérgicamente para que despertara a la realidad y se olvidara de las muselinas, de los sombreros y de las cintas. Pero hay que comprender que para que un petimetre se fijara en ellas con fines matrimoniales debían ir bien aderezadas, las pobres, como mercancía en un escaparate.



Y si dejo de pensar en ellas y pienso en ti, también me sorprenden algunas cosas que se dicen en las reseñas de tus obras, en los libros sobre ti, en las películas sobre tu vida. No sé qué pensar, en verdad. ¿Hasta dónde conocemos quién eres realmente?
Y de cómo te juzgaron otros escritores, y los editores y críticos, mejor no hablar, porque hay elogios que parecen escritos por el enemigo. Ya sé, ya sé, los diferentes criterios de las diferentes épocas y bla, bla, bla. Fíjate:
"Los méritos de la señorita Austen han quedado sobradamente demostrados: es, sin la menor duda, la novelista doméstica por excelencia." Richard Bentley, en la publicación de las novelas de Jane Austen en 1833 (1)
Unos años más tarde, tu amiga Virginia Woolf (porque sois amigas, supongo), fue más fina: "La artista más perfecta entre las mujeres, la escritora de títulos inmortales." (2) Claro que la época de Virginia tampoco daba para muchas alegrías.
Estas citas, (1) y (2), están sacadas del libro que escribió otra amiga tuya, Lucy Worsley; lo tituló "Jane Austen en la intimidad" y dice que es una biografía de tu vida cotidiana y la de tu época. No sé si escribe con ironía o es que yo no entiendo bien el famoso humor inglés, el caso es que me enfadaba mucho cuando lo leía porque no acababa de entender si le gustas o no; además la traducción no me parecía muy buena. Ahora releo algunas cosas y parece que me reconcilio con ella.




El viaje de Espido Freire tras tu huella y la de Charlotte me dio envidia y, en cuanto pude, yo también me acerqué. Pero como soy una turista y no una "viajera", me tuve que limitar a dar un paseo por Bath. Lo disfruté como si fuera una peregrinación medieval. Vi los lugares de paseo que aún se conservan, las termas romanas, la abadía, el río con el puente Pulteney, cubierto, como el Ponte Vecchio de Florencia, las casas georgianas, el Circus, el Royal Crescent, la tienda, cómo no, donde comercian con todo lo que lleve tu nombre. Vamos, que hice el turista a conciencia y gané las indulgencias de la peregrinación. Y disfruté de la visita cual turista futbolero en el museo del Madrid o del Barça.




A la vuelta escribí una reseña del viaje para el periódico que compartimos en la Escuela San Federico; te dejo aquí el enlace por si tienes un rato libre y te apetece leerlo, pero sin compromiso, Jane.
Espero no haberte parecido muy pesada y no haberte caído muy mal, porque deseo conseguir mi propósito de que seamos amigas para siempre. ¿Me avisarás con lo que decidas? 
Entre tanto, tienes mi admiración, mi agradecimiento y todo mi cariño.



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