Lope de Vega, “Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos”, nº 61
Lope, el enamoradizo, escribió esta rima para hablar de la intensidad de alguno de sus muy intensos amores. Él era así, intenso, en palabras de hoy. Pero paréceme a mí que son aplicables tan sabias palabras a otras muchas situaciones de la vida. A irse de un sitio donde se ha vivido mucho o poco tiempo y se ha sido muy feliz o menos feliz, porque la vida, esa loca, reparte sus gracias a capricho.
El caso es que abandonar un lugar, aunque sea por voluntad propia, es un ir y quedarse:
“Ir y quedarse y con quedar partirse,
partir sin alma e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse”
Que te vas con el corazón partío, vaya, que también dijo otro intenso contemporáneo, Alejandro Sanz. Pero no sufráis, que no voy a hacer un comentario de texto con partir y partirse, que ahora solo leo por placer, no por trabajo, y, a veces, por necesidad, porque hay algún artilugio con unas instrucciones de uso para las que se necesita medio máster.
Podría ponerme intensa yo misma y hablar de partir ligera de equipaje, como dijo El Poeta, pero los encargados de la mudanza que andan por aquí me correrían a gorrazos y con razón.
Y si tuviera buena memoria podría citar a alguien, japonés, creo, que dijo algo sobre irse sin haber visto todo, ni haber vivido todo, ni haber agotado todas las posibilidades del lugar que se deja atrás; decía que era bueno que el lugar que se abandona no quedara cerrado, que se debía mantener un pasillo fluido entre el antiguo lugar y el lugar al que se va, pero no por nostalgia tonta sino porque la vida es un continuum; esa palabreja, continuum, sí la recuerdo, mi profesor de latín estaría contento de ver que algo se me quedó.
Pero me da a mí que la persona japonesa a quien atribuyo esa reflexión se refería a que puedes irte sin conocer el Museo Lázaro Galdiano después de quince años en Madrid, o la muralla medieval después de treinta y dos años en Santander, es verdad, pero estoy convencida de que a lo que se refería realmente era a la necesidad de dejar abierto el canal con las personas que nos acompañaron en esos tramos de vida y no al listado de monumentos no visitados.
Y es que, y ahora si me voy a poner algo intensa, lo importante son las personas que nos rodean a lo largo de la vida. Todas. Las que nos gustan poco, porque nos enseñan cómo no queremos ser y las que nos gustan mucho, las que nos quieren, las que nos tratan con respeto aunque no les gustemos, porque nos enseñan por dónde ir y nos acompañan en el transitar por ese pasillo japonés no siempre cómodo que es la vida. Y para esas personas la distancia no es el olvido, la distancia sigue siendo cariño y agradecimiento, aunque la presencia física, la muy falsa, se reduzca.
Gracias a todas, personas que me acompañasteis hasta ahora. Aquí dejo la llave de acceso al pasillo japonés por donde seguiremos caminando juntas en la distancia, y haciendo camino, otro camino diferente. Se hace camino al andar, dijo el poeta. Y vamos a hacerle caso.
CAETANO VELOSO - La barca (Dicen que la distancia es el olvido)
Caetano también es un intenso y un poco cansino, pero Lope es dios y tenía toda la razón. Y bendito pasillo japonés. Cuando quieras vamos al Galdiano, tan buena excusa como cualquier otra para hacer camino
ResponderEliminarA Caetano ni tocármelo, hermana. Apúntame para el otoño. Besos.
EliminarCorreremos arriba y abajo y coincidiremos por ese pasillo japonés. Aquí dejas todas las puertas y ventanas abiertas, lo cual viene muy bien en estos días de canícula adelantada.
ResponderEliminarAnonimo soy yo, Jesús Balboa.
EliminarViva esos jardines interiores que nos ofreces cuando compartes algunos de tus pensamientos. Bien viaje
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