“El mundo subjetivo de todo lector está
habitado: no sólo por las personas que ha conocido en la vida real, sino por
las criaturas de la literatura. [...] Por supuesto, hay que añadir que todos
los aquí enumerados y tras ellos los innumerables no nombrados tienen un grado
de realidad mucho más elevado que muchas personas que se nos han presentado en
carne y hueso a lo largo de nuestra vida.”
Jean Améry (1912-1978), Charles Bovary, médico rural,
1978
JO
MARCH
Uno de los personajes
que viven conmigo desde hace más tiempo es Jo March, perdón, la señorita
Josephine March, que es su nombre en el
registro de su familia y es el nombre que ella odia. Para las amigas será siempre Jo. Y Jo también
soy yo.
Aquel ejemplar de la infancia... |
- ¡No lo soy! Y si por recogerme el
pelo me convierto en una señorita, me haré trenzas hasta que cumpla veinte
años- exclamó Jo, arrancándose la redecilla y sacudiendo su cabellera de color
castaño. Detesto pensar que debo crecer y ser la “señorita March” y llevar
faldas largas. Ya es bastante desagradable ser chica, cuando lo que me gustan
son las maneras, los juegos y los modales de los chicos. No puedo conformarme con haber nacido mujer, y ahora más que
nunca, pues quisiera luchar al lado de papá y sin embargo me veo obligada
a permanecer en casa haciendo calceta
como una vieja.”
Katherine Hepburn en
el papel de Jo March,
1933
|
Louisa May Alcott |
Con el paso de
los años vemos a Jo crecer , interesarse por los chicos, escribir y
publicar sus obras, ser una mujer independiente que se gana la vida sin, por
ello, renunciar a casarse (entonces
había que casarse y no estaba bien visto el divorcio) Y, por encima de todo, la vemos convertida en
una persona valiente y generosa que no duda en renunciar a su cabellera, su
único atributo de belleza, para conseguir un poco de dinero para la familia. La
vemos perder su sueño de viajar a Europa con
la tía March, que prefiere llevar a su hermana Amy, mucho más dulce y
femenina, y más agradable como compañera de viaje. La vemos acertar y
equivocarse y vemos como sus aciertos y sus equivocaciones la hacen crecer.
Lloramos, lloré, y reímos, reí, mucho con ella.
Desde la distancia, la contemplo ahora con cariño y agradecimiento, pues fue mucho lo que me dio, y también con ternura, porque a través de ella también contemplo y perdono los aciertos y equivocaciones de la niña que fui.
Mujercitas.- Louisa May Alcott,
RBA Libros, Barcelona, 2011
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