Un día descubrí las columnas de Ricardo F. Colmenero y mi
vida ya no volvió a ser lo mismo. Hay un antes y un después de Colmenero como
hay un antes y un después de Peyró. Y, ahora, Colmenero saca un libro. Me gusta
más lo de sacar un libro que lo de publicarlo. Sacar un libro (o una película o
una canción) es guiñarle un ojo al aficionado que espera para leerlo con
placer, publicar un libro es añadir un eslabón a mercaderes, críticos y otras hierbas. Cierto
que sin ellos no habría libros (la autoedición de Amazon no cuenta) pero a los
lectores nos gusta pensar que nada se interpone entre quien “saca” su libro y
nosotros, que somos sus destinatarios naturales. Además, dicen que el bueno de
Conrad dijo que el libro lo terminan de cocer los lectores; lo dijo con
palabras más de escritor, claro, y debe de ser verdad que lo dijo porque, si
no, los de la Feltrinelli de Roma no lo tendrían escrito con letras gordas en
la pared de su librería. El caso es que, descubierto Colmenero, si saca un
libro hay que correr a comprarlo y aprovechar cuatro horas de tren para empezar
a disfrutarlo.
Vaya por delante que Colmenero, como Peyró, también es un
impostor: imposible que tenga los años que confiesa. No tuvo tiempo material
para leer, ver o escuchar todo lo que su libro finge que leyó, vio y escuchó.
Porque la magia de su libro es que te hace creer que el narrador y protagonista
es el propio Colmenero, hasta hacerte olvidar que tu profe de Literatura ya te explicó
que eso es un recurso de escritor, lo de fingir que cuenta su vida diaria. Y,
si no finge, esa familia gallega, esos compañeros de piso de Pamplona, ese
Miami Herald, esa Ibiza nacida cuando la moda ad Lib, esa panda de
jefes, compañeros, novias, vecinos, son tan cercanos, tan parecidos a alguien
que conocemos, tan verosímiles, que parecen de verdad. Aunque yo creo que, jugando
con el título, Literatura infiel, lo que hace este jovenzuelo de Orense
es desdoblarse en un gemelo que le es infiel por vía literaria y va hilvanando
una vida ficticia llena, llena de trocitos de vida verdadera. Y lo de hilvanar
me queda como de premio literario escolar de Día del Libro, porque las columnas
en las que este gemelo falso cuenta su vida tienen un hilo conductor que las
hace parecer fragmentos que se suceden temporalmente de esa vida real que un
buen columnista no debe utilizar, como muy bien le advirtió Agustín Pery cuando
lo contrató. Y de todo lo que cuenta, me parece que cuando no puede esconder la
verdad verdadera es cuando utiliza a su hijo Iago como materia literaria, perdón, cuando babea con su hijo (véase el Monólogo interior de mi bebé a primera hora
de la mañana, página 270)
Ni un solo detalle o asunto de la vida diaria se le escapa a
Colmenero, no deja nada en pie, pero todo con agudeza, sentido del humor, ironía,
ternura. Ironía gallega, ternura universal.
RICARDO F. COLMENERO. Literatura infiel. Círculo de Tiza,
2019
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