He tratado de relatar un mundo que no existe
para que existiese. El aire que está inmóvil en el aire
sobre los campos de los alrededores de la ciudad a los que ya no voy.
La alegría de una distancia a la que te has acostumbrado. El sosiego de una
desazón a la que te has acostumbrado. Como durante fiebre alta
el júbilo de que no significas nada.
He tratado de mantener al mundo a distancia. Ha sido fácil.
Estoy acostumbrada a mantener el mundo a distancia. Soy foras-
tera. Como mejor me encuentro es siendo forastera. De esa manera
me olvido del mundo. De esa manera no lloro ni me encolerizo
más. De esa manera el mundo se vuelve blanco e indiferente.
Y yo camino por cualquier parte. Y permanezco completamente inmóvil.
De esa manera me acostumbro a estar muerta.
Esto es una crítica del poder del hombre sobre el idioma
porque es una crítica del poder del idioma sobre el hombre.
Me apoyo tiernamente en la noche
con ayuda de una balaustrada oxidada
encuentro el camino de mi mejilla y mi hombro
encuentro el camino de mi ternura
hierro y carne
El resto son banderas que ondean silenciosas
interrogando afuera y adentro
en el espacio de la noche, en el espacio del alma:
muerte?
pongo la mano sobre el rostro palpitante
de la noche
quito un poco de óxido de mi mejilla.
y la lloré una y otra vez
Un loco que conocí en el país
que no existe era mi amigo
Lo oía decir incesantemente
que la locura tiene que mantenerse viva
Entonces loamos el agua que llora
y al loco que sabe donde pisa”
Tomás Galindo recita ALFABETO, de Inger Christensen
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