(Vivir, 1983)
El manso regresar de los rebaños
en el azul atardecer...
Una a una las cabras
van llenando de motas movedizas las laderas,
dando vida al camino
que avanza hacia la noche.
Es sabio en su gesto el animal
y conocedor de identidad de acción y tiempo.
Jamás se empeña en ir contra su ser
ni exige de sí mismo el acto heroico.
Con precisión cumple su arco
sumiso a las potencias,
y cuando ya las tinieblas se anudan,
cruza sin vacilar las puertas del corral.
Nosotros sin embargo, a la hora del sueño,
salimos casi a tientas
y nos perdemos bajo los castaños bañados por la luna.
(Runas, 2004)
El poeta miró al cielo y dijo:
en ti se encarna la estrella del crepúsculo.
Y las barcas se mecían
en el estrecho
siguiendo el declive de la luz
y yo me alejaba
al compás del agua
hacia el crepúsculo
y el crepúsculo me enlazaba.
Llameaban las aguas
y los cielos
y el misterio era la blancura.
No hubo otra palabra.
Blancura y oscuridad
anidaron en mí
y entré en el sueño de la nada,
amor y nada
amor y nada.
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