Foto:SVG
"Vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida"
Michel Houellebecq




lunes, 25 de septiembre de 2023

DELPHINE DE VIGAN. Las lealtades

    Las tardes de domingo tienden a la melancolía como la tangente de noventa tiende a infinito. ¿Qué hacer para espantar a enemiga tan artera? Leer, claro; salir del mundo real y buscar cobijo en mundos inventados. No es el mejor estado de ánimo, así que hay que buscar la lectura adecuada. Descartamos la poesía, que puede ser peor el remedio que la enfermedad, y nos lanzamos a la caza de un buen “deseo”. Mejor que sean tres deseos. Algo nuevo, un juguete y un chocolate. Ah, no, que eso eran los huevos kínder de hace décadas. Que sea breve, ligero y entretenido. Esto sí. 

    Y con este ánimo va la lista al montón de libros en espera. Y con este ánimo elige al peso y mirando al tendido. Cuando la lista se fija en lo que tiene en la mano ya no hay vuelta atrás. Delphine de Vigan. 

    Sí, Delphine de Vigan. Suficiente para saber que solo cumple una condición, la brevedad, doscientas páginas. Porque la lista ya leyó Nada se opone a la noche, que es muy bueno, y entretenido, pero de ligero, nada. La lista ya sabe de la intensidad y la hondura con la que escribe Delphine de Vigan, y sabe que los asuntos de sus libros son de los que tocan la fibra, de los que hieren. Pero la lista practica la recta observancia, perdón, la terquedad, y no se va a echar atrás. Toca Las lealtades, pues se lee Las lealtades. Aunque sea tarde de domingo.

La autora, Delphine de Vigan, y la portada de su libro

    Tras una primera página impagable donde se definen las lealtades, una página de esas que no puedes subrayar porque harías una raya continua, acompañarás a Hélène, a Théo, a Cécile, y a Mathis en un viaje, breve en el tiempo, que explica sus actos y las consecuencias que tienen para sí mismos y para quienes los rodean. Théo y su amigo Mathis, doce años, empiezan a beber y Théo descubre que la autodestrucción es la salida a una situación que no puede gestionar. Hélène, su profesora, intenta ayudarlo sin saber qué sucede, pero sabiendo que algo pasa, la experiencia de su propia infancia la avisa de que Théo está en peligro. Cécile, la madre de Mathis, trata de encauzar una vida que la sorprende. Y, por todas partes, las lealtades. Los personajes tratan de protegerse unos a otros a causa de esas lealtades que son “lazos invisibles que nos vinculan a los demás”, “contratos pactados con nosotros mismos”, “los valores en cuyo nombre actuamos con rectitud”. Las lealtades. “Nuestras alas y nuestros yugos.”

    Es duro, sí. Intenso y hondo, también. Cualquiera que tenga adolescentes en casa o en el aula se sentirá tocado por la escritura de la señora De Vigan; identificará situaciones, diálogos, reacciones; sabrá de la angustia de no llegar al conocimiento, de la impotencia de no llegar con la ayuda.

    La lista sabe que no puede dejar de leer el libro, aunque no sea el más indicado para la melancolía de la tarde de domingo. Sabe que lo va a leer de un tirón, aunque se le pase la hora de la cena. Sabe que le va a gustar.

    Y cuando termina la lectura, feliz pero con el corazón encogido, se promete que la próxima vez tendrá más cuidado, que no irá tan sobrada y escogerá una policiaca clásica de las que se sabe de memoria y que son estupendas para melancolías.

EN ESTE ENLACE, ENTREVISTA A DELPHINE DE VIGAN, EN EL CULTURAL, SOBRE SU LIBRO LAS LEALTADES



No hay comentarios:

Publicar un comentario