lunes, 14 de octubre de 2019

El libru de Maríaluisa




Solo podía ser uno, al principio, el primero de El arte de cocinar; después vendrían los Platos típicos de Asturias y luego “el azul”. Pero hubo un antes. O dos.
El primer antes fue La cocina perfecta, de María Luisa Rocamora, “el manual de cocina que resuelve todos sus problemas culinarios”. La primera edición, de 1955, así que ya tiene un importante sarampión de manchas amarillentas y perdió la sobrecubierta de colores en el camino. Conserva un recordatorio de primera comunión de 1976, de los hijos de Cesárea, y algún recorte de periódico, qué libro de cocina que se precie no tiene alguno: el cultivo de las flores, medicina casera (recomienda aprender a poner inyecciones subcutáneas, imprescindible para cualquier ama de su casa, diría yo), hacer marcos para cuadros y la receta de un bizcocho de chocolate para cumpleaños. Entre tanta ilustración necesaria para la buena marcha del hogar, la fotografía del marqués de Villaverde y el camarada Girón inaugurando la Residencia sanitaria de Granada. Cocina entre tradicional y elegante, francesa, como debe ser, con índice por tiempos de cocción, para aprovechar el tiempo, que ya empezaba a ser escaso, y recetas creativas, véase la tradicional y pueblerina pata gochu convertida en “manos deliciosas”. Este fue un libro de largo recorrido desde que lo estrenó un ama de casa primeriza y aficionada a la cocina hasta que, casi dos décadas después, la encontramos “apuntada” a la Asociación de amas de casa.

Y es entonces cuando aparece el segundo antes en forma de La moderna economía, libro de cocina, de la mierense Carmina Fernándezde Rivera, Carmina, simplemente. Estamos ya ante un libro de enjundia. De las doscientas páginas sin ilustraciones del anterior a las casi quinientas, en mayor tamaño y con ilustraciones variadas, a saber: fotografía de la autora con un grupo de alumnas de una de sus clases; dibujo del despiece de un una vaca con indicación de las carnes“ de primera, de segunda y de tercera”;  diez páginas con ilustraciones, diez, en azul Klein y blanco y ¡quince! a todo color. Indica los tipos de cucharadas, colmadas, llenas y rasas, nada de andar con la tontería de los gramos, y tiene como unidad culinaria universal el pocillo. En su contra se puede decir que no hay lista de ingredientes, la autora explica como cualquier abuela o madre de la época: se pone un pocillo de agua en un cazo, se añaden dos pocillos de azúcar…”; “en una fuente honda, una taza de manteca fresca, medio pocillo de leche, tres yemas…” Si esta mujer levantara la cabeza y encontrara una receta moderna con aquello de “ tres huevos talla L” la volvía a bajar, abochornada.  Ponches, requemados, café, jarabe de anís para niños (sí, de anís), modelos de menús para almuerzos de postín, aprovechar sobras, poner la mesa. Todo. Completo. Publicado por la editorial La Nueva España, en Oviedo, en 1964 y distribuida por la librería Cultura, la mítica y desaparecida Librería Cultura de Mieres. ¿Que si no tenía recordatorios o recortes señalando páginas importantes? Por supuesto. Y estos os van a gustar más que los anteriores. El consabido recorte de periódico con receta de pastel de almendra y chocolate. Dos hojas perdidas de un libro de crianza de bebés, en los sesenta todavía nacían niños en casa y la madre se modernizaba y se preparaba científicamente para que se le criaran bien (no, no está probada científicamente la zapatilla de madre como método educativo) Tres boletines del dr. Alberto García-Argüelles Martínez con instrucciones para la alimentación de los recién nacidos hasta cumplir su primer año de vida. ¿Que nunca oísteis hablar de este señor? Imposible: Don Alberto, el único, el que entendía de verdad, el que subió a ver a tíu Valerio y gracias a eso pudo salvar la vida a Florento, güelu, que, casualmente, acababa de sufrir un derrame cerebral. Resumiendo, Don Alberto, Dios.  Una felicitación navideña, un billete de tren…


Costó, pero al fin llegamos a María Luisa García En las cocinas asturianas, Maríaluisa, con confianza de vecina entrañable que te saca de todos los apuros. Primero fue el libro granate, el uno, “El arte de cocinar 1ª parte” con veinticuatro hojas centrales de fotos a todo color en papel cuché, prólogo de Juan Cueto Alas, treinta ediciones entre 1970 y 2010. Y, diez años más tarde, el segundo, el azul, con prólogo de Juan Santana y carta de la autora en la que asegura que su objetivo es que sus libros sean útiles para preparar el menú diario. En casa se compraron cuando ya la cocinera no estaba y yo los incorporé a mi vicio de cocinar tarde y en orden inverso. Los dedica a sus alumnas y me gusta pensar que lo soy. Impecables en su edición, en la distribución de las páginas, en la presentación de las recetas. Apéndices con todo tipo de aclaraciones relacionadas con la cocina y la mesa. Casi mil recetas en el primero y bastantes más en el segundo. Dos auténticas joyas. Y como no hay dos sin tres, entre los dos libros anteriores publicó “Platos típicos de la cocina asturiana”. Si queréis una fabada en condiciones, el arroz con leche en su punto o unos frisuelos como dios manda, sin olvidar la merluza a la sidra, les marañueles o el panchón, esta es vuestra biblia. Sin más comentarios.

De María Luisa ya se sabían muchas cosas en vida, porque su fama traspasaba el Pajares y el Negrón y la sacaban en los papeles. Supimos de su retirada y ahora, tras cien años de vida, sabemos de su despedida. Pero no se va del todo, una parte importante de ella queda en sus enseñanzas y en sus libros. Gracias, María Luisa y que la tierra te sea leve.








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