"Crear un vínculo y cuidarlo.
Esta es la única manera de que nuestro medio rural no desaparezca y siga existiendo."
Así termina Tierra de mujeres. Una mirada íntima y familiar al mundo rural, el libro de María Sánchez, veterinaria rural y poeta. El libro salió en febrero de 2019 y los elogios a su autora son, desde entonces, el pan nuestro de cada día.
Personalísimo ensayo, dice la contraportada. Poesía y vida digo yo, que tengo, al menos, tanta credibilidad y prestigio opinador como las contraportadas. Las contraportadas son un género especialísimo, entre la loa al autor y el emplazamiento publicitario y, sospecho, porque soy mala, que se escriben en muchas ocasiones sin haber leído el libro.
Es, sí, oficialmente un ensayo sobre las mujeres rurales, como se dice ahora, pero a mí me parece una visión personal, llena de poesía y afecto, de las mujeres de su familia, incluida ella misma, y, por extensión, de las mujeres del campo, de los pueblos. Insiste en bastantes ocasiones en la mirada feminista y en lo que el feminismo puede hacer o no por las mujeres campesinas, pero no me convence que necesite hablar explícitamente de feminismo: la mirada "íntima y familiar" que posa con cariño en las mujeres de las que creció y se nutrió me parece suficientemente reveladora y clara. Quizá sin las alusiones al feminismo el libro no parecería un ensayo, porque es pura poesía y ternura a pesar de la dureza de todo lo que dice. La autora habla de su toma de conciencia de la realidad de las mujeres a través de su relación con las mujeres de su familia. Especialmente revelador es el reconocimiento de la relación con su madre:
"Mi madre ha sido una completa desconocida para mí durante años.
No quería parecerme a ella, no quería terminar como ella. Mi yo adolescente no entendía cómo mi madre se había convertido en una perfecta ama de casa, a la sombra de mi padre, siempre ahí por y para nosotros. Me enfadaba a menudo con ella. Siempre cocinando, limpiando, sin descansar. Me ponía de los nervios porque pensaba que no tenía ninguna inquietud, que todo se lo debía a mi padre, que no aspiraba a nada. Hoy soy consciente de que es injusto y falso, pero necesito escribirlo porque entonces lo pensaba así."
Este de la incomprensión de las hijas a sus madres va a ser un universal, un asunto que se repite generación tras generación sin importar el medio social. Pero sí, es más relevante en los pueblos, donde las opciones para las mujeres son mucho más limitadas que en las ciudades. Como niña de origen rural, que se fue porque quería una vida diferente de la de las mujeres que la rodeaban, comprendo cada pensamiento de la autora. Como mujer de una cierta edad me cuesta aceptar que una mujer de treinta años muestre un mundo tan parecido al que yo viví hace siglos: ¿es que tan poco hemos avanzado? Se lee con rabia, sí, pero también con nostalgia y ternura por las mujeres que nos hicieron lo que somos; y con esperanza, con mucha esperanza en el futuro de las mujeres de la tierra.
Y con cierto sentido del desarraigo. Las que nos fuimos no somos de aquí ni de allá y solo nos queda el respeto y el reconocimiento a las que se quedaron y siguen día tras día "cuidando el vínculo".
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