Me gustó Los vencejos y quería dejar constancia de ello. Pero son tan repulsivos algunos personajes, sobre todo el prota, que antes de sentarme a escribir, quise leer alguna crítica de la novela y la opinión, o lo que sea, del propio autor. Y menuda selva. Esperaban Patria y, como no es Patria, pues leña al mono. Que si Tarantino después de Pulp Fiction también tuvo que plantearse su futuro como creador, que si Santiago Segura no es Torrente, que si Delibes y sus libros de caza, que si los personajes inconsistentes de Luis Landero. Qué cansinos. Defiende el libro o explica tu rechazo por el libro en sí mismo y no te ampares en la presunta autoridad de otras lecturas.
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Tippi Hedren en Los pájaros, de Alfred Hitchcock |
El narrador y protagonista decide suicidarse al cabo de un año porque no le gusta la vida y, durante ese tiempo, escribe a diario para nadie, solo para sí mismo y quizá para que su hijo lo conozca un poco mejor si es que decide leer el manuscrito.
Y es odioso. Y mezquino. Y cruel. Víctima y verdugo. Ya empiezas a exagerar, guapa. Que no te vas a encariñar con él lo tienes claro a las pocas páginas, pero tampoco lo vas a odiar tanto como crees porque vas a ir encontrando alguna explicación de su conducta. Solo alguna, aquello de la sordidez del ambiente de su infancia, de su educación y esas cosas. Pero, al mismo tiempo, esperas de un profesor de filosofía, una persona presuntamente leída y formada, ahí está esa biblioteca de la que se va desprendiendo, otras formas de enfrentarse a la vida, otra exigencia. No sé.
Aramburu escribe muy bien, como dicen las señoronas en sus meriendas en la cafetería de mi barrio. Hila muy fino, reparte caña de manera sutil a veces, menos sutil, otras. Maneja muy bien la ironía y el sarcasmo. Sus personajes, Toni a la cabeza, son una mezcla de lo mejor y lo peor, como los seres humanos, para qué lo vamos a negar. Tal vez lo molesto es que vemos en ellos la posibilidad, lo que podríamos ser, y eso asusta. Tampoco Galdós ni Cervantes eran complacientes con sus criaturas. Y, a veces, cualquiera de ellos, Toni, Patachula, la misma Amalia, tienen rasgos de bondad, o de humanidad corriente. Habría que vernos, a los presuntos puros de corazón, enfrentados a un papel que nadie leerá y sin la cortapisa de la corrección política y el contrato social. Pues eso.
Diría, por ponerle un pero, que el tamaño importa: ¿tenían que ser setecientas páginas, Fernando? ¿no podrías habérnoslo dejado en quinientas ochenta o cuatrocientas noventa y nueve?
Y por poner un detalle de la escritura, sin adjetivos, de Aramburu. Me encanta, qué verbo más tonto, el sembrado que va haciendo a lo largo de la novela de San Juan de la Cruz, estando ya mi casa sosegada, soledad sonora, y así; cómo no disfrutar con Fernando Aramburu.
FERNANDO ARAMBURU. Los vencejos. Tusquets, 2021
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