LA ROSA DEL RELOJ
Es la hora de los enigmas,
cuando la tarde del verano,
de las nubes mandó un milano
sobre las palomas benignas.
¡Es la hora de los enigmas!
Es la hora de la paloma:
sigue los vuelos la mirada
de una niña. Tarde rosada,
musical y divina coma.
Es la hora de la paloma!
Es la hora de la culebra:
el diablo se arranca una cana,
cae del árbol la manzana
y el cristal de un sueño se quiebra.
¡Es la hora de la culebra!
Es la hora de la gallina:
el cementerio tiene luces,
se santiguan ante las cruces
las beatas, el viento agorina.
¡Es la hora de la gallina!
Es la hora de la doncella:
lágrimas, cartas y cantares,
el aire pleno de azahares,
la tarde azul, sólo una estrella.
¡Es la hora de la doncella!
Es la hora de la lechuza:
descifra escrituras el viejo,
se quiebra de pronto el espejo,
sale la vieja con la alcuza.
¡Es la hora de la lechuza!
Es la hora de la raposa:
ronda la calle una vihuela,
porta la vieja a la mozuela
Un anillo con una rosa.
¡Es la hora de la raposa!
Es la hora del alma en pena:
una bruja en la encrucijada,
con la oración excomulgada
le pide al muerto su cadena
¡Es la hora del alma en pena!
Es la hora del lubricán:
acecha el mochuelo en el pino,
el bandolero en el camino,
y en el prostíbulo Satán.
¡Es la hora del lubricán!
LA INFANZONA DE MEDINICA
Doña Estefaldina teje su calceta,
puesta de mitones, cofia y pañoleta,
en el saledizo de su gran balcón.
Doña Estefaldina nunca fue casada,
así que en la falda, de cintas picada,
tres gatos malteses hacen el ron-ron.
Doña Estefaldina odia a los masones,
reza por que mengüen las contribuciones,
reprende a las mozas si tienen galán.
Oprime en las rentas a sus aparceros,
los vastos salones convierte en graneros,
da buenas palabras al que llora pan
Doña Estefaldina los puntos recuenta,
y al pie de una silla cose una sirvienta
que prende en el moño cintado cairel.
El busto en el ruedo del halda amarilla
parece un chamizo que enciende Castilla:
bayeta amarilla es grito de hiel.
Bajo el roto alero de hierbas nacido,
con el garabato de un vuelo atrevido
fulmina el vencejo su torvo zig-zás.
¡Caserón de Vargas, viejos artesones,
pinturas de santos, desnudos salones,
Caserón de Vargas, en el polvo das!
Desfila un ringlero de seminaristas,
bayetas peladas como los sopistas,
tricornios jaranos, negrura montés.
Cencerra la recua de mulos hastiales
negros y zancudos, sin goces nupciales,
y el mulero canta canto aragonés.
Doña Estefaldina recuenta los puntos,
del tiempo y las siembras haciendo barruntos,
y cuando la plaza cruza el capellán,
dobla la calceta, pide el rebocillo,
se prende alfileres, y con un banquillo
corre a la novena con trote de can
Doña Estefaldina, sangre de los Vargas,
teje su calceta en las tardes largas
bajo el torvo alero que pica el gorrión
¡Con qué ceremonia en los ademanes
responde al saludo de los capellanes
Doña Estefaldina desde su balcón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario