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"Vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida"
Michel Houellebecq




lunes, 3 de agosto de 2020

#poesíaenverano/44


(1906-2001)


Mujer negra

¡Mujer desnuda, mujer negra,
Vestida del color que es tu vida, de tu forma que es
belleza!
Crecí bajo tu sombra; la dulzura de tus manos vendó
mis ojos
Y he aquí que en el corazón del verano y del mediodía,
te descubro
Tierra prometida, desde lo alto de un cuello calcinado
Y tu belleza me fulmina en pleno corazón, como el
alumbramiento de un águila.

Mujer desnuda, mujer oscura
Fruto maduro de carne firme, extasiadas sombras del vino
negro, boca que hace lírica mi boca
Sabanas de horizontes puros, sabanas que se estremecen
a las caricias fervientes del viento del Este
Tam-tam esculpido, tam-tam tendido que ruge bajo los dedos
del vencedor.
Tu voz grave de contralto es el canto espiritual del
Alma.

Mujer desnuda, mujer oscura
Aceite que ningún soplo perturba, aceite quieto en los
flancos del atleta, en los flancos del príncipe de
Malí
Gacela unida a las estrellas, las perlas son estrellas
sobre la noche de tu piel
Delicias de los ojos del espíritu, los reflejos del oro
encarnado sobre tu piel que reverbera
A la sombra de tu cabellera, se ilumina mi angustia
en los soles próximos de tus ojos.

Mujer desnuda, mujer negra
Yo canto tu belleza que pasa, forma que fijo en la Eternidad,
Antes que el destino celoso te reduzca a cenizas,
para nutrir las raíces de la vida.



Eduardo Galeano recita el poema Querido hermano blanco, de Léopold Sédar Senghor



Nieve sobre París

Señor, visitaste París el día de tu nacimiento
Porque se había hecho mezquino y malvado
Lo purificaste con el frío incorruptible
De la muerte blanca.
Esta mañana, hasta las chimeneas de las fábricas que
cantan al unísono
Enarbolan sábanas blancas
—"¡Paz a los Hombres de buena voluntad!"
Señor, ofreciste la nieve de tu Paz
al mundo divido, a la Europa divida
A la España desgarrada
Y el rebelde judío y católico disparó sus mil cuatro cientos
cañones contra las montañas de tu Paz.
Señor, acepté tu albo frío que quema más que
la sal.
Heme con el corazón fundido como nieve bajo el sol.
Olvido
Las manos blancas que disparan los fusiles,
que derrumban los imperios
Las manos que flagelaron a los esclavos, que te flagelaron
Las manos blancas empolvadas que te abofetearon, las
manos
pintadas y manchadas de pólvora que me han abofeteado
Las manos seguras que me han condenado a la soledad, al
odio
Las manos blancas que derriban el bosque de palmeras
que poblaban el África, el centro del África
Erectos y recios, los Saras bellos como los primeros hombres
que salieron de tus manos morenas.
Ellas derribaron la selva negra para hacer los durmientes
de los ferrocarriles
Ellas derribaron los bosques del África para salvar la
civilización porque hacía falta materia prima humana.

Señor, yo no dominaré mi odio, lo sé,
a causa de los diplomáticos que enseñan sus largos
caninos
Y que mañana comerciarán con carne negra.
Mi corazón, señor, se funde como la nieve sobre los techos
de París
Al sol de tu dulzura.
Que es suave para mis enemigos, y mis hermanos de manos
blancas sin nieve
Pues sus manos son de rocío, en la noche, sobre
mis mejillas ardientes.



Mujeres de Francia


A la señorita Jacqueline Cahour

Mujeres de Francia, y vosotras hijas de Francia
¡Dejad que os cante! Que sean para vosotras las notas
claras del sorong.

Aceptadlas aunque sea bárbaro el ritmo, disonante los
acordes
Como la leche y el pan moreno del campesino, puros en sus
manos torpes y callosas.
¡Oh, vosotras, bellos árboles erectos de pie bajo los
cañones y las bombas!
Sólo brazos de los días de postración, de los días de
desesperado pánico,
Vosotras, orgullosas torres y orgullosos campanarios bajo
la arrogancia del sol de junio;
Vosotras, claro eco al grito del Galo de la Galia.
Vuestras cartas han mecido las noches de prisionero con
palabas diáfanas y sedosas como alas,
De palabras dulces como un seno de mujer, cantarinas como
un ruiseñor de abril.
Pequeñas burguesas y campesinas, por ellos solos no
fuisteis avaras.
Por ellos os atrevisteis a desafiar la afrenta de la Hiena,
la afrenta más mortal que las balas.
Y sus frentes duras por vosotras solas se abrieron, y sus
palabras simples por vosotras solas
Eran claras como sus negros ojos y la transparencia del
agua.
Solas entendéis este latido del corazón semejante a un
tam-tam lejano.
Y hay que apoyar su oreja a la tierra y descender de su
caballo.
Por ello fuisteis madres, por ellos fuisteis hermanas.
Llamas de Francia y flores de Francia, ¡benditas seáis!



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