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"Vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida"
Michel Houellebecq




miércoles, 18 de noviembre de 2020

Ni siquiera los muertos. Juan Gómez Bárcena

  Vengo de acompañar a Juan de Toñanes en su búsqueda del indio Juan. Fue un viaje largo, de cuatrocientos setenta y cinco años de soledad y otras tantas leguas castellanas. Un viaje expectante y alucinado en el que fui olvidando todas las pistas que el autor, Juan Gómez Bárcena, regala al abrir el libro: Walter Benjamin y Donald Trump sorprenden compartiendo página antes de empezar a leer y abren el apetito; esa cosa que técnicamente se llama íncipit, “Aquí se cuenta la historia de…”, primero en nahualt y luego en castellano, como si de una traducción se tratara; la propia cubierta del libro, sus colores y el tiempo (“todas hieren, la última mata”) acuchillado.

Acompañar a Juan en su búsqueda del indio Juan. Atravesar México en el tiempo y en el espacio. Vivir la realidad y soñar la realidad, o tal vez vivir es soñar.

Buscar. La esencia del viaje y la esencia de la vida. Encontrar o no, pero siempre buscar. Buscar al indio Juan un par de semanas. Leer el libro, un par de semanas.

Un par de semanas de lectura disfrutona y dificultosa. Disfrute del estilo. Este chico, Juan Gómez Bárcenas, parece que promete. Promete y cumple, sí. Placer lector, pero no placer lector fácil. Estructura en apariencia sencilla, con sus capítulos precedidos de su “guía”, pero densa, llena de referencias: la historia, el cine, la literatura, la política, todo está en la búsqueda del indio Juan.

Párrafos largos, muy largos; personajes que hablan y hablan, pero sin diálogos que aligeren la lectura. Repeticiones de palabras y de frases con ritmo de versículos: Juan a modo de precursor bíblico del profeta, el salvador que ha de venir, el indio Juan.

Palabras. Las palabras de los españoles. Las palabras de México. Las palabras de los pobres. Las palabras del poder. Palabras que son nombres de sueños, palabras que protegen, palabras que hieren: la piel del mundo.

Y el humor. En la pobreza, en la desolación de la búsqueda, en el horror de las mujeres muertas, en la desesperanza, el humor. Ironía sutil. Hasta la Virgen de Guadalupe concede sus bendiciones según tenga el humor.

Después de una lectura que te gusta hay un tiempo, que seguro que tendrá nombre, en el que sigues viviendo dentro del libro, con pisadas suaves para no estropear el ambiente creado; un tiempo vacuno, en el que rumias una y otra vez lo leído. Y en ese tiempo no hay forma de hablar con coherencia y sin pasión del libro.

Así que haré caso a mi amiga Mariasán, lo dejaré reposar, dejaré que la lectura se asiente y, luego, ya os contaré.


Juan Gómez Bárcena. Ni siquiera los muertos. Editorial Sexto Piso, 2020

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