Madrid, 1950
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Diana - Álvarez Cubero - Museo del Prado |
La mujer de mis sueños
Afrodita sin velos, Diana cazadora,
sultana de Bagdad y castellana
de época carolingia: una mezcla
explosiva que, para Chateaubriand,
entre los dieciséis y los dieciocho años,
cuando aún vivía en el castillo de Combourg,
suponía la imagen ideal de mujer.
Cuánta sensualidad adolescente
revela esa elección.
A mí me basta ahora,
a los sesenta y uno,
con la cuarta del lote: la dama carolingia.
Una marquesa viuda, por ejemplo,
con castillo en el limes oriental,
rodeada de fieros magiares y sajones,
amiga de los perros y de las cacerías,
devota de bufones y juglares
y bien relacionada —eso sí— con la corte
de Aquisgrán. No me importa
que ronde los cuarenta,
que haya perdido dientes y dureza de carnes,
que ya no sea fértil.
Pero debe tener unos cabellos rubios
tachonados de plata, y unos ojos
grises como la niebla, y unas manos
fuertes y delicadas a la vez,
hechas para el telar, la caricia o la guerra.
Y saber de memoria
el carmen que Angilberto dedica a Carlomagno.
(De Cuaderno de vacaciones, Premio Nacional de Poesía, 2015)
Joan Manuel Serrat - La mujer que yo quiero
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