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"Vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida"
Michel Houellebecq




jueves, 23 de junio de 2022

DELPHINE DE VIGAN. NADA SE OPONE A LA NOCHE


    Decía mi abuela, y sabía de qué hablaba, “que dios no te mande todo lo que puedes aguantar”. Y encontrar muerta a tu madre es una de esas cosas que ningún dios debería mandar. La narradora de esta historia, la propia autora, encuentra muerta a su madre en la primera página del libro, en el primer párrafo, pero no sabe cuántos angustiosos segundos o minutos se resistió su cerebro a la evidencia. El vértigo en que en ese momento vivía por otras razones, se transformó en terror y el terror en niebla. Siguió viviendo sin saber cómo, quizá porque es ley de vida, según reza la sabiduría popular (¿o la resignación popular, mejor?), pero dentro de esa niebla y en un estado de acorchamiento emocional.

    -La abuela… de alguna manera… ¿se suicidó?

    Es lo que tiene llevar a tu hijo de nueve años al dentista, que surgen preguntas relacionadas con el dolor y el miedo. Y el hijo, con el tacto con que pregunta, ayuda a la narradora a centrarse, a abrir un camino dentro de la niebla en la que vive; su hijo la pone ante una verdad evidente pero a la que ella evita hacer frente porque el suicidio de una persona querida lleva a preguntarse por qué y a sentir la culpa de no haber hecho algo para evitarlo. 

    A partir de ese momento el camino pasa por sentir la necesidad de escribir sobre Lucile, su madre (ya lo había hecho antes, porque gran parte de la obra de Delphine de Vigan es autobiográfica, o autoficción, o cualquiera de esas etiquetas modernas que se ponen cuando se escribe con las tripas) Pidió a su hermana y a sus tíos todo el material acumulado sobre Lucile y su familia. Esos diarios y cuadernos que ruedan por los desvanes, esas cajas de zapatos a rebosar de fotografías, esos pequeños objetos, regalos, esas rosas marchitas entre las páginas de un diccionario escolar. Las cintas grabadas por el abuelo Georges, menudo individuo. Incluso una entrevista televisiva del mítico programa cultural Apostrophes en la que Barbara y Claude presentan un libro en el que explican la enfermedad de ella, Dos y la locura. Barbara es hermana de Liane, la abuela, y en la familia se comenta que Lucile tiene su misma enfermedad. Barbara habla ante la cámara de sus periodos de internamiento y sus crisis. Como una ya tiene una edad incierta, puede dar fe de que Apostrophes era un excelente programa, de la cuerda del mítico La clave, ay, la nostalgia; y de que algunas verdades están sobrevaloradas: esperamos descubrir las taras de la familia en privado, no cacareadas en la tele, por muy serio y prestigioso que sea el programa. 

    Hurgar en todo ese material duele y no despeja la niebla, y escribir sobre la madre es un camino transitado por muchos autores célebres, es un asunto muy sobado, ¿cómo encontrar el tono dentro del dolor? Las casas modernas no tienen desvanes, sino trasteros, y al trastero van las cajas con la vida de la familia de Georges y Liane, con los secretos de Lucile.

    Aprender a sobrellevar la pérdida supone enfrentarse poco a poco a vivir sin y a vivir con, a vivir sin la persona y a vivir con su recuerdo, a pasar del dolor de vivir sin su presencia y su palabra a vivir con la presencia intangible de su palabra, de su risa, de su afecto. Para la autora, ese aprendizaje pasa por aceptar que necesita escribir sobre su madre y rescata las cajas del trastero y pide a sus tíos que le hablen de ella y del resto de la familia, esa familia numerosa de Liane y Georges de la que iremos descubriendo luces y sombras, luces muy brillantes y sombras de una tremenda negritud.

    Hay mucha felicidad y mucho dolor en la vida de esta familia, querido Tolstoi (por cierto, no te vas a librar, que ya me leí el libro de Sofía Tolstaya y no sales muy bien parado) Pero, a pesar de ello, se lee con gusto, con placer incluso, porque los lectores somos depredadores de historias, para qué vamos a disimular a estas alturas. Y, salivando, acompañamos a Delphine  cuando descubre y sufre la enfermedad de su madre, cuando se avergüenza de ella, cuando se rebela, cuando conoce todo el dolor que se escondía en la infancia feliz con los alegres abuelos, cuando lee la confesión de Lucile, cuando por fin descubre y conoce realmente a su madre y nos permite conocerla en su compañía. Y la acompañamos mientras, a lo largo de todo el libro, busca respuestas, ¿por qué se suicidó Lucile?, y mientras lidia con la culpa, ¿por qué no supe verlo y evitarlo? 

    Si estáis ahí todavía, si no os cansasteis de estas elucubraciones que no llevan a ninguna parte, corred a buscar este libro. Merece la pena.




Alain Bashung - Osez Joséphine 
Canción de donde procede el título del libro, escuchada a menudo por la autora mientras escribía


Delphine de Vigan. Nada se opone a la noche. Compactos50, Anagrama, 2019




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