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"Vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida"
Michel Houellebecq




viernes, 22 de septiembre de 2023

EL RETRATO DE CASADA. Maggie O'Farrell

    Imagina que naces en el siglo dieciséis pero, no, aquí, no. Imagina, es gratis, que naces en un palacio de Florencia; sí, en el Palacio Vecchio, ya que te pones. Lo estás haciendo muy bien: eres hija de alguien muy muy importante; no, mejor: poderoso, muy poderoso. Y allí, en esa fecha, poderoso solo hay uno, Cosme I de Médicis, II Duque de Florencia. Y de madre tampoco vas nada mal: Leonor Álvarez de Toledo, de recia raigambre española (me moría de ganas de “colar” esto en algún escrito), hija del virrey de Nápoles y forrada, de pieles y de pasta. Muy guapa y muy fecunda, once hijos tuvo.

    Imagina que tienes una educación exquisita, pero de mujer noble toscana del siglo dieciséis pasada por la estricta etiqueta española. Imagina que tu futuro será un buen matrimonio concertado para utilidad de alguien que no serás tú; pero tienes dos hermanas mayores que habrá que casar antes que a ti, por esa regla no escrita aunque perdurable en el tiempo, pobres hijas de Bernarda Alba. Así que disfrutas de tu niñez todo lo que puedes.

    Imagina que tu padre, aliado del rey Felipe II de España, tiene que mediar entre Felipe y el duque de Ferrara, que andan a la greña. Y, desde siempre, eso se arregla usando como moneda de cambio a una mujer, tu hermana María, que deberá casarse con Alfonso de Este. Así que puedes seguir imaginando que lo tuyo va para largo. Pero se cruza la malaria, María muere y tú de sustituta nupcial. Tienes trece años.

    Te casas y te quedas un tiempo con tus padres, confinada como hasta entonces en las habitaciones infantiles, con tus hermanos, hasta que alcances la “madurez sexual”. Porque tu matrimonio tiene otra utilidad, garantizar la sucesión del ducado de Ferrara, que está en riesgo de pasar a la corona de Francia.

    Imagina que llegado el momento, tú, Lucrecia de Cosme de Médicis, convertida en Lucrecia de Este, Duquesa de Ferrara, quince años, te incorporas a tu destino en tu jaula de oro y nido de víboras. Porque cualquier corte del siglo dieciséis es jaula de oro para las mujeres y nido de víboras, víboras que son todas las personas, hombres o mujeres, que, con tu llegada, vean amenazado su puesto en ese nido.

    No te hace falta imaginar mucho más. Enfermas de tuberculosis y en dos meses te mueres. Dieciséis años. No tuviste tiempo de asegurar la sucesión. Y a estos datos históricos, escasos, añade que se rumorea que no fue la tuberculosis, sino el veneno que te administró tu señor marido.

    Vuelve al siglo XXI e imagina una escritora con talento que pueda hacer con esos escasos mimbres de tu vida una novela. Seguro que la tienes. Porque ya leíste una obra que, con cuatro datos históricos, mucha imaginación, mucha sensibilidad, buena ambientación y muy buena pluma te hizo disfrutar. 

Retrato de Lucrecia por Bronzino (Wikipedia)

    Maggie O’Farrell, la autora de Hamnet, te inventa una vida y una personalidad muy atractivas y escribe una novela que se lee de un tirón. El retrato de casada, el que te hizo el maestro Bronzino, le sirve de título, y la tigresa que tu padre tenía en los sótanos del palacio... pero casi mejor que de la tigresa no digo nada, ya los lectores sabrán qué hacer con ella.

    Me gustaste mucho, Lucrecia de Este, Lucrecia de Médicis. La real y la imaginada. Y tengo una almáciga de amigas que, ahora que saben de ti, seguro que también disfrutarán con esta recreación que Maggie O’Farrell hace de tu vida.


Maggie O'Farrell. EL RETRATO DE CASADA. Traducción Concha Cardeñoso. Libros del Asteroide. 2023



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