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"Vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida"
Michel Houellebecq




domingo, 5 de julio de 2020

#poesíaenverano/15






Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2013


Interrogación


El amor es una vocación oscura. No sé de dónde viene,
pero sé que tiene la forma de un cuerpo que se abraza,
el calor de las palabras casi murmuradas, la precisión
de las manos que descubren el camino hacia el centro,
y que demoran en cada curva. Puedo describir el amor
a través de todas sus formas; indicar el camino
para encontrarlo, pasando las pausas de la vida;
verlo en lo profundo de los ojos que se abren en el intervalo
de un abrazo; seguir su movimiento en el desordenarse
de los cabellos; y olvidar todo lo que sé sobre el amor
para descubrir, de nuevo, cuando viene a mi
encuentro en el sol de la mañana, y el mundo se apaga
a tu regreso para que tu sonrisa lo encienda
y me haga preguntarte por qué el amor
es una vocación oscura.



La veranda de Julieta

Una vez entré en verona para no entrar
a venecia. Entre la vé de verona y la vé
de venecia, me decidí por ververona. Me gustó
la coincidencia de las consonantes en la ventana
de julieta ; y sé que en venecia no oiría
el viento de la venganza, ni probaría el veneno
de una voluptuosidad que en verona se
desvanece con la vida. No hay canales en
verona como en venecia; ni hay ventanas
en venecia como en verona; pero julieta
avizora la calle, desde la ventana que es suya, y
si nadie hace la seña, que sólo ella sabe, agita
el pañuelo mojado por las lágrimas que las
nubes beben, elevándolas desde verona hasta
venecia, donde la lluvia las lanza a los canales.



Canto de Orfeo


La poesía, que incendia el agua, no nace
de la inspiración. Voy a buscarla al infierno, atravesando
esa puerta, más allá de la cual, los astros
se apagan. Sin embargo sé que el camino del regreso
me está abierto: un rastro de versos me indican la
salida, y te traigo conmigo, oh viva Eurídice, de cabellos
desaliñados por el viento de la amnesia, y ropa
presa en el cuerpo por el sudor de los vendavales. “Espérame”,
dices, con un cansancio de sombra. Y
te quedas atrás, esperando no sé qué,
para que te pierda de vista. Oh
amada: ¡presa en los túneles de una vaga
antigüedad! ¿Por qué demonios preguntas
dónde estoy? ¿Qué pan das de comer al guardia Cerbero,
para que cierre los ojos a tu paso? Pero
esa puerta no se abre dos veces. Me diste los versos
que me guiaron hasta vislumbrar de las estrellas, y te quedaste –
para que otro vuelva a seguir ese camino, y
también regrese con manos vacías,
sin el amor que se secó en tu sexo.


 La presión de los mercados


Préstenme las palabras del poema; o denme
sílabas de saldo, para que las ponga a rendir
en el mercado. Pero súbanme la cotización de la metáfora,
para que me limite a imágenes simples, las más
baratas, las que nadie quiere: ¿una flor? ¿Un perfume
del campo? ¿Aquellas olas que revientan, unas
detrás de las otras, sin pedir intereses a quien las ve?

Es que las palabras están caras. Hojeo diccionarios
en busca de palabras pequeñas, las que cueste
menos pagar, para que no exijan reembolsos
si las pusiera, de propina, al final del verso. El
problema es que las rimas me irán a costar el doble
y por mucho que recorra los mercados lo que me
proponen está por encima de mis posibilidades, sin reembolso.

Y cuando vengan a pedirme lo que tengo que pagar,
¿a cuánto por ciento lo tendré que dar? Abro la cartera,
vacío los bolsillos, voy a las cuentas, y sin blanca: símbolos,
a cero; alegorías, agotadas; metáforas, ni una.
¿A quién recurrir? ¿Qué fondo de emergencia poética
me irá a salvar? Entonces, al final, me quedan dos sílabas -aire-:
al menos con ellas nadie me impedirá respirar.


Charles Aznavour. Venecia sin ti

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