Mi voz
Dentro de este inquieto, apresurado y moderno mundo,
Arrancamos todo el placer de nuestros corazones, tú y yo.
Ahora, las blancas velas de nuestra nave ondean firmes,
Pero ha pasado el momento del embarque.
Mis mejillas se han marchitado antes de tiempo,
Tanto fue el llanto que la alegría ha huido de mi,
El Dolor ha pintado de blanco mis labios,
Y la Ruina baila en las cortinas de mi lecho.
Pero toda esta tumultuosa vida ha sido para ti
No más que una lira, un luto,
Un sutil hechizo musical,
O tal vez la melodía de un océano que duerme,
La repetición de un eco.
Hélas!
Con cada pasión a la deriva hasta que mi alma
sea un laúd en cuyas cuerdas todos los vientos tañen.
¿Para esto renuncié
a mi sabiduría antigua ya mi austero control?
Mi vida es un palimpsesto
garabateado en alguna vacación de muchacho
con canciones ociosas para flauta y rondó
que solamente ocultan el secreto del todo.
Por cierto que hubo un tiempo cuando osé pisar
las alturas soleadas y de las disonancias de la vida
logré claros acordes para llegar al oído de Dios.
¿Está muerto ese tiempo? Mirad, con mi pequeña vara
apenas toqué la miel del romance,
¿y debo yo perder la herencia de un alma?
Impression de voyage
Era un mar de zafiro y el cielo
ardía en el aire como ópalo candente;
izamos nuestra vela; soplaba bien el viento
hacia tierras azules situadas en el Este.
Desde mi proa alta divisé a Zakynthos:
cada bosque de olivos, cada cala,
las escarpas de Ithaca, el blanco pico de Lycaon,
y flores esparcidas en colinas de Arcadia.
El batir de la vela contra el mástil,
el rumor de las olas contra el casco,
rumor de risas jóvenes en la popa,
todo lo que se oía, al comenzar a arder el Oeste.
Y un rojo sol cabalgó por los mares.
Pisaba, al fin, el suelo griego.
Georges Moustaki y Zazie. Le métèque.
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