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"Vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida"
Michel Houellebecq




martes, 13 de febrero de 2024

NAJAT El-HACHMI. Madre de leche y miel.

    Una friki. Parecía una friki del libro electrónico. ¿Todavía se usará friki? Que a estas edades se pierde mucho contacto con la realidad y a lo peor ya nadie usa esa palabra y se me va a notar el carné de identidad. Pues eso, una friki, todo el día con el chisme electrónico p’acá y p’allá. En la sala de espera del dentista se me colgó y estuve a punto de volver a morderme las uñas, después de tantos años de abstinencia. Pero el libro aquel lo merecía.

    No es que no haya leído nada en estos últimos meses. Como hago siempre, leí de todo y mezclado, un revuelto de cosas estupendas y otras que ni siquiera mencionaré. Javier Reverte siempre me apetece desde aquel lejano Corazón de Ulises, el libro con el que lo descubrí. Ahora leí La frontera invisible. Con pena, porque fue su último libro publicado, escrito cuando ya estaba enfermo, y me pareció notar un poco de esa melancolía que les suponemos a los finales. Un recorrido en solitario, como todos los suyos, desde el Bósforo hasta Mascate, desde Estambul hasta el oriente fértil aquel de las clases de historia; un viaje que enseña tanto como una buena clase de historia. Y después, para desengrasar, un simenon, que es siempre una buena opción, en este caso, Maigret y la vieja dama.

    Y si una amiga, que no voy a nombrar porque ella no querría salir en estos papeles, una excelente amiga de esas que tengo en mi almáciga, me regala una edición preciosa de Memorial del convento pues qué le voy a hacer, volver a leer el Memorial del convento y volver a disfrutar de una escritura magnífica, y comprobar, una vez más, que no se es la misma persona que la que lo leyó hace equis años, que vamos cambiando según vamos viviendo; como lo del río aquel del filósofo griego, vaya.

    Y si otra amiga, del mismo calibre que la anterior, te regala lo último de Ángeles Caso, Las desheredadas, pues, hala, a disfrutar como gorrino en lodazal. Con el estilo fluido que la caracteriza y que incita a leer sin descanso, Ángeles Caso se ocupa en este ensayo de grandes mujeres creadoras de los siglos XVIII y XIX que fueron ninguneadas por la historia oficial, esas mujeres que no solo no aparecen en los libros de filosofía, de literatura o de arte, relegadas al olvido, sino que, en su propio momento vital recibieron el rechazo de muchos de sus colegas varones a pesar del éxito que lograban en su desempeño profesional. Produce vergüenza ajena que Emilia Pardo Bazán no lograra entrar en la Academia porque a ese hatajo de encumbrados escritores realistas con los que tenía buena relación no les apeteció admitirla, no fuera a ser que no pudieran tener en la docta casa esas elevadas y nobles conversaciones de varones en taberna. Ese ilustre señor Palacio Valdés, el no menos ilustre señor Pereda, el respetadísimo señor Clarín, que añadió al rechazo el insulto en la prensa. Y si vamos a la Frans, la de la libertad, la fraternidad y la igualdad, vemos que una pintora tan notable y respetada en su país y en el extranjero, como Élisabeth Vigée-Le Brun solo pudo acceder a la Academia Real de Pintura y Escultura por orden del rey, presionado por María Antonieta. Excelente el libro de Ángeles Caso. ¿Para cuándo la reedición de Las olvidadas?

    Me encaldo, como decimos en mi tierra, así que será mejor volver a la friki en la que me estoy convirtiendo. 


    No me gusta leer en dispositivos electrónicos. No se lee solo con los ojos, se lee también con el tacto del papel, con su olor, con su aspereza o suavidad. El peso del libro en la mano también ayuda a la comprensión lectora, y volver páginas atrás para recuperar ideas o para repetir el disfrute de algún párrafo aumenta el placer de la lectura. Y llenar las hojas de rayajos con un lapicero Staedtler Noris HB número dos (de acuerdo, vale cualquier otro) también. Pero la vida moderna tiene alguna cosa buena, no os vayáis a creer, y un libro-e, aunque te priva de todo lo anterior, te permite llevarlo contigo con poco peso y poco volumen; además puedes leer libros de la biblioteca pública a través de e-biblio, así que el sacrificio puede merecer la pena en ocasiones. ¿Cómo que qué es un libro-e o un e-libro? Pues ese chisme mal llamado e-book. Juraría que tenemos suficientes palabras como para bautizarlo. 

    Y la friki, el año pasado, se compró un e-libro para emergencias. La primera fue Middlesex. La última se llama Madre de leche y miel. Conocía a Najat El-Hachmi por sus artículos en la prensa y sentía curiosidad por un texto suyo de 2004, Yo también soy catalana. Hace tiempo supe de su novela Madre de leche y miel, que ocupaba su sitio en una libretina de esas que nunca miro cuando voy de librerías. Luego ganó el premio Nadal en 2021 con El lunes nos querrán. Así es que se estaba convirtiendo en una emergencia de lectura y, como no la encontré en mis librerías de referencia, que ya les vale, recurrí al engendro tecnológico.

    Preciosa. O precioso. Porque parece una novela, pero las vivencias de la autora y de su madre están en el libro, o le sirven de inspiración, porque ¿quién sabe lo que hay de realidad, de experiencia personal, en un libro como este? Najat El-Hachmi emigró con su madre a Cataluña, donde ya estaba su padre. Ella era una niña. Esa es la situación que comparte con los personajes de su novela, con Sara.

    Ichata, Zraizmas, Fátima, Sara. Cadena de madres de hijas. Ichata, Zraizmas, madres de leche y miel. Fátima, madre de leche. Sara… Porque todas las madres pueden dar leche, pero no todas saben dar miel, como dice la cita de Erich Fromm que encabeza el libro. Madres, hijas, mujeres en un mundo de varones, de encierro, de hostilidad. Madres, hijas, mujeres fuertes que pueden convertirse en hombres. Mujeres separadas de su familia para entrar en la del marido y que sea lo que dios quiera:

    “¿Cómo podía ser ley de vida que la hija que le había nacido del vientre, a quien había amamantado, que había criado con todos los sustos y sufrimientos de hacer crecer una criatura, que le había hecho compañía y de quien sentía la piel como si fuera propia, cómo podía ser que ahora se tuviera que marchar a casa de unos desconocidos y quedarse a vivir allí para siempre? Si tenían suerte y eran buena gente, compasivos y generosos, la hija visitaría de vez  en cuando a su madre, y la madre la podría ir a ver como hacía Ichata con Zraizmas, pero ya no estarían nunca más la una con la otra; serían para siempre invitadas la una en casa de la otra, sin un lugar común y propio para compartir.”

    Fátima, después de varios años en Cataluña, de donde solo una vez volvió de visita, regresa a casa de su padre y cuenta a su madre y a sus hermanas todas las penalidades y las alegrías de su nueva vida para pedirles ayuda con una determinada situación y para hacerlas partícipes de sus errores y del porqué de las decisiones que tomó en cada momento. Su relato es la transcripción, por así decir, de un relato oral, Fátima no sabe leer ni escribir, y es heredera de una buena estirpe de narradoras orales: los capítulos en los que se oye su voz reflejan la autenticidad de la experiencia en primera persona, con todo el atractivo de los relatos orales tradicionales de su lugar de origen, el Rif, incluidas las repeticiones, la musicalidad o la lentitud. Fátima responde a la petición de sus hermanas: “Nárranos, dulce hermana, nárranos.” ¿Cómo evitar que se nos venga a la cabeza el “Háblame, musa, de aquel varón”? La narración oral, siempre tan atractiva.

    La voz narradora de Fátima se alterna en capítulos con una voz narradora oficial, tradicional, que completa su historia y la de su familia. Y empieza con un capítulo titulado “Salir de madre”, donde vemos el destete de Fátima o cómo esta sale de su madre; pues hasta los dos años lunares de la niña, era una con Zraizmas, su madre y a partir de ahora saldrá de ella, serán dos. ¿A que ya se intuye la poesía, la magia del relato? Duro, tierno, irónico, testimonio de una manera de vivir que no nos gusta, testimonio de una cultura que se basa en el ninguneo de las mujeres y, a la vez, en su fortaleza.

    Sé que ya picasteis, que ya estáis corriendo a la biblioteca a buscar el libro. Objetivo cumplido. Por si todavía no lo conseguí, ahí van otras palabras de Fátima que hacen innecesarias todas las demás:

    “ya empezaba a pensar, hermanas, que nuestra desdicha de mujeres tenía mucho que ver con nuestra falta de educación, que si yo hubiera sabido leer mis circunstancias quizá habrían sido muy diferentes.”

    Así que sí, parecía una friki del e-libro. No lo podía soltar de la mano mientras duró la lectura. Porque la lectura es un vicio exigente y no importa cuál sea el soporte, papel o pantalla. 

         Pero si me pedís que elija entre papá y mamá, mi corazón pertenece al libro de papel. Perdonadme, bosques.


Najat El Hachmi. Madre de leche y miel. Editorial Destino.

Ángeles Caso. Las desheredadas. Editorial Lumen.

Javier Reverte. La frontera invisible. Editorial Plaza y Janés.

Simenon. Maigret y la vieja dama. Editorial Anagrama Acantilado

José Saramago. Memorial del convento. Edición especial para Liberia Lello, Oporto


P.S. 

    ¿Qué con qué estoy ahora?  Margaret Laurence. El ángel de piedra.

Promete, sí.






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